30 diciembre 2008

Quería volver a mis andadas… despacio a poquito un paso y luego otro, pero vi que llovía y parecía que algo me arrastraba desde la espalda. Me giré de un solo golpe, rápidamente, pero no pude verlo y empecé a dar vueltas como gato curioso, vueltas a mi misma para descubrir nada y empapar mis piernas chapoteando el agua. No sabía si arriesgarme a salir a caminar, la lluvia me molestaba en sobremanera y todo parecía más oscuro y a la vez mas nítido. Mi nariz se enfurruñó y me di cuenta de que alguien que yo conocía no estaba lejos de mi, mi cuello se alargó y mi cabeza jugó con la brisa y distinguió un olor lejano y familiar, efectivamente, no muy lejos andaba el responsable de mi vuelta a las andadas. Me encojí de hombros… creí que ya nunca más volvería a ser esto… pero la sensación es fuerte y buena… no existe más relatividad que los nunca más.

El agua me molesta, no voy a salir, y dando un paso atrás subí mis pies mojados sobre el escalón, esperé bajo el porche admirando la noche más oscura y nítida que nunca. El parpadeo es realmente lento pero parece divertido, si, lo recuerdo muy divertido y con la edad se ha vuelto elegante y refinado, levantando las cejas ligeramente los ojos amarillos que ven más y más allá, ajustando las pupilas y centrando mis oídos puedo ver lejos y distinguir aún mas lejos, solo me molesta la lluvia para volver a mis pasos, antiguos, pero eternos, sobre el mismo asfalto.

Y no tardó demasiado en pasar que las gotas de agua pusieron fin al proceso de apaciguar los olores y los ruidos y la ciudad y todo lo que está envuelto por ella se quedó en un inquitante silencio. Ahora si. Un pequeño salto y los pies se estrechan al asfalto.

Camino, despacio, pasos cortos y rápidos, us sigilo tan negro como la noche de hoy y puedo notar mi cuerpo moviendose al compás de una extraña música, algo que creo que solo escucho yo porque no puedo distinguir de donde viene. Alguien se me acerca demasiado por detrás y sus pasos me hacen daño en los tímpanos, me quedo tan quieta que creo que se asusta y sonrío muy suavemente, es una mujer morena y alta, elegante. Se gira ligeramente al pasar a mi lado y el olor de su vida me pasa danzando, está triste, quizás tampoco le guste el agua.

Mi nariz se enfurruña, el responsable de mi vuelta a las andadas se aleja, me apena, adoro las tentaciones. ¿Las adoro?. Bien, parece que si, he vuelto.

Siento como si algo me arrastra desde la espalda, esta vez no voy a girarme, pero me giro y doy vueltas hasta que me arranco un suspiro, vaya huele a comida, se me olvida mi espalda y miro desde el suelo hasta la luna, todo oscuro pero tan perfectamente definido que me hace sonreir y abrir los ojos, las pupilas se dilatan y distingo los colores de esas flores que han amanecido antes de que el invierno se despida del todo. Morirán mañana en cuanto vuelva el aire gélido del norte. Solo fue un hasta luego.

Pasa una pelota rozándome, hay un niño que juega cerca, estiro el brazo y la atrapo, parece ralentizada, un movimiento mas suave que me permite moverme tranquilamente y atraparla sin el más mínimo esfuerzo. Pero no quiero devolverla. El niño me la pide, no quiero devolversela. La suelto al suelo y la miro fijamente, cada bote provoca un pequeño movimiento en mi cabeza. La pelota rueda y yo la sigo, despacio con la mirada contorneando mi cuello muy despacio. A mi derecha brilla algo, parecen joyas, me llevan hacia ellas. Son joyas. Las miro detalladamente piedra a piedra, pieza a pieza.

Es cierto, ya estoy aquí, cada movimiento es sincero y real, sigo oliendo a comida, alargo el cuerpo. Camino de nuevo, ahora tengo hambre. La gente se cruza conmigo mientras yo camino y mi cuerpo es tan solemne ahora como el rezo de los ángeles en las antiguas pinturas de Italia, como el silencio de un museo en día de trabajo. Tengo fuerza ahora y sale de mi vientre y sonrie. También tengo hambre, giro la cabeza y puedo sentirlo, es pescado, brasas de pescado. Cierro los ojos y entro en un local recargado de luces y decoración, colores y bolas colgaldo del techo. Tengo hambre.
Mientras espero en una mesa, los ojos abiertos, me destella la lámpara sobre mi cabeza, un poco adelantada. Me miro las manos y huelo el menú y me veo de nuevo, puedo sentirme otra vez, estoy aquí de nuevo y cada esquina del mundo se me presenta a los ojos como si a los de un gato curioso.

El mundo se me hace nuevo y me parece vivo todo él, el camarero se acerca y puedo olerlo y verlo y sentirlo, él no está triste, pero si cansado. Sonrío y le miro fijamente. Me gusta este sitio, la bola del techo me deslumbra y tengo ganas de jugar con ella, pero primero comeré. Me siento nueva. Si, así me siento, como un gato curioso suelto por el mundo.